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Óscar Arnulfo Romero y Galdámez (Ciudad Barrios, 15 de agosto de 1917 – San Salvador, 24 de marzo de 1980), conocido como monseñor Romero,[1] fue un sacerdote católico salvadoreño, cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980), célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos.
Como arzobispo, denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó en público su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país.[2] Su asesinato provocó la protesta internacional en demanda del respeto a los derechos humanos en El Salvador. Dentro de la Iglesia católica se le consideró como un obispo que defendía la «opción preferencial por los pobres». En una de sus homilías, afirmó: «La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia encuentra su salvación» (11 de noviembre de 1977).
Sus acciones son admiradas por los seguidores de la teología de la liberación;[3] sin embargo, según su secretario monseñor Jesús Delgado, «Romero no estaba interesado» en ella.[4] Para el jesuita Martin Maier, si antes de 1977 la había juzgado como una moda teológica peligrosa, después escogió a Ignacio Ellacuría (martirizado como él) y a Jon Sobrino como sus consejeros teológicos y destacó en sus homilías y cartas pastorales la opción por los pobres, los signos de los tiempos, la praxis y el método de ver-juzgar-actuar.[5] En la Conferencia de Puebla se reunió con los teólogos de la liberación, a quienes habían negado la participación oficial. En Lovaina, disipó los prejuicios ante la teología de la liberación.[6]
En 1979 fue nominado al Premio Nobel de la Paz[7] a propuesta del Parlamento del Reino Unido.[8] Sin embargo, la laureada con este galardón ese año fue Teresa de Calcuta.
Fue asesinado durante la celebración de una eucaristía en la capilla del hospital Divina Providencia en San Salvador. La orden de su asesinato nunca se ha confirmado oficialmente.[9]
El 24 de marzo de 1990 se dio inicio a la causa de canonización de monseñor Romero. En 1994 se presentó de modo formal la solicitud para la canonización a su sucesor Arturo Rivera y Damas. A partir de ese proceso, monseñor Romero recibió el título de Siervo de Dios.[10] El 3 de febrero de 2015 fue reconocido por parte de la Iglesia católica como mártir «por odio a la fe», al ser aprobado por el papa Francisco el decreto de martirio correspondiente y promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos.[11][12] Por eso mismo, en consonancia con los procesos debidos según los estipula la misma Iglesia católica, el 23 de mayo de 2015 fue beatificado en la plaza Salvador del Mundo. Poco más de tres años más tarde, el 14 de octubre de 2018 fue canonizado por el papa Francisco en la plaza de San Pedro en Roma.[13]
La Iglesia católica lo venera como santo y algunos de sus fieles se refieren a él como san Romero de América.[14][15][16]
Óscar Romero goza de las siguientes particularidades: Se trata del primer salvadoreño en ser elevado a los altares; el primer arzobispo mártir de América;[8] el primero en ser declarado mártir ulterior al Concilio Vaticano II;[17] el primer santo nativo de Centroamérica,[18] ya que, si bien es cierto el santo hermano Pedro de San José de Betancur realizó toda su obra por la que fue canonizado en la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala y, por tanto, también un santo centroamericano, sus orígenes se encuentran en Tenerife, España.[19] Además, la santificación por parte de la Iglesia católica no es la primera que ha recibido, puesto que la Iglesia anglicana ya lo había incluido en su santoral oficial,[20] así como la Iglesia luterana también ya lo había incluido en su calendario litúrgico.[21][22]
Fuera de la Iglesia católica, Romero es honrado por otras denominaciones religiosas de la cristiandad,[23] incluyendo a la Comunión anglicana y el luteranismo, como ya se ha mencionado antes.[24][25] En la comunión anglicana, es uno de los diez mártires del siglo XX representados en las estatuas de la abadía de Westminster de Londres.[26][27] Óscar Romero es admirado aún fuera del mundo cristiano, llegando, incluso, a ser valorado en los círculos irreligiosos.[28]